sábado, 4 de agosto de 2012

Dos personajes

Dos personajes, dos vidas distintas. La vida los cruza en una plaza distante a todo, distinto a todo.
Uno sentado en el piso, vestido apenas con una bermuda color marrón, unas alpargatas y una remera en la que con mucho esfuerzo se puede distinguir una inscripción. Su manta tendida en el suelo y sobre ella las artesanías que de sus manos ásperas y trabajadas se desprenden como tinta sobre papel, la madera es su especialidad, en cada pieza busca la perfección, son verdaderas obras de arte. No tiene nada definido, la forma de la madera define su molde, todas las piezas son distintas y ninguna se parece, tranquilamente todas podrían haber sido realizadas por personas distintas, no siguen una línea, su imaginación es su mayor virtud. Decididamente refleja en su arte una forma de vivir.
El otro parado, observando, contemplando, admirando la sencillez de tan bellas esculturas. Bronceado por el sol, anteojos negros, camisa desabrochada haciendo juego con su malla y sandalias manteniendo una línea de alguien que, a simple vista,  se preocupa por su imagen. Exitoso en sus negocios y vacacionando  en un hotel cercano a la plaza logra reconocer en las obras de este artesano más que artesanías, él nota simplemente… obras de arte. Le cuesta entender que hace sentado en esa plaza teniendo en esas manos talladas por la madera un capital que bien explotado lo llevaría a una vida, a su manera de ver las cosas, mucho mas tranquila.
Se acerca, lo mira, le hace un gesto con la cabeza simulando un saludo. El artesano sin dudar se lo devuelve con sobrada amabilidad.
Comienzan una charla, los dos demuestran ser personas educadas, cultas. Hablan de la vida. El hombre de negocios no duda en comentar que con tan destacado don, las esculturas de aquel artesano podrían ser exhibidas en las mejores galerías del mundo, el hombre sentado en el piso decide no prestar atención  al comentario.  Ambos conocen gran variedad de lugares distribuidos por diferentes partes del mundo, y se reconocen a pesar de sus amplias diferencias en ese pequeña particularidad. A uno le llevo tan solo los últimos dos años de su vida conocer lo que al otro le había llevado toda su vida. La charla llega a su fin, los dos personajes se saludan. Se sienten parecidos pero distintos.
Sin sacarse los anteojos, el hombre de negocios decide alejarse. Consigue sentarse en un banco cercano al lugar donde hace solo un momento estaba dialogando con tan entrañable personaje. Lo mira de lejos, busca descifrar en que se diferencian. No logra entender porque desaprovechar tan increíble talento sentado en una plaza pudiendo llegar a ser reconocido en todo el mundo. Finalmente el artesano empieza a recoger sus cosas, guarda todo en su mochila y se para. En ese momento ya de pie, la remera que se hacia ilegible cuando se encontraba sentado se deja ver. La inscripción era corta pero contundente. La remera decía “Yo no viajo por llegar. Viajo por ir”.

miércoles, 16 de mayo de 2012

AÑO NUEVO

Estaba oscuro, era fin de año y se acercaba la medianoche, las explosiones que se escuchaban a mí alrededor no me dejaban meditar. Llegada esta fecha, llegada esta hora, suele hacerse un pequeño repaso de lo acontecido durante el año y sinceramente lo que en mi vida había estado pasando los últimos meses hizo que no me resultara demasiado difícil decidir que el año había sido de lo peor en mi vida y sinceramente no podía verse ningún tipo de claro hacia adelante que permitiera asomar un resabio de luz. Había perdido mi casa y mi familia, las reuniones con amigos eran algo que a esta altura se veía como una pequeña utopía dentro de un mundo que desde mi perspectiva se veía destruido. Me costaba reconocer las calles sobre las cuales había vivido tanto tiempo, me costaba encontrar o reconocer a la gente que tiempo atrás habían sido parte de mi vida. Las bombas, los refusilos, los estruendos estremecían mi piel. La soledad de estar entre cuatro paredes en una situación como esta multiplica los miedos, salir a esta altura no era una opción.
Ya estamos mas cerca de las doce, mirando al pasado recuerdo a esta altura ya tener mi vaso lleno y preparado para el brindis, se que es tarde, pero ahora empiezo a valorar ciertas cosas… las reuniones, los amigos, la familia, los abrazos, los te quiero, los te extraño, los feliz año nuevo. Nunca es tarde para empezar a valorar las cosas importantes de la vida, pero a esta altura solo puedo decir que hubiese dado todo lo que tuve, ya que ahora no tengo nada, por decir una vez  mas te quiero, una vez mas te extraño, o sentir la fuerza que genera en uno un abrazo sincero… quizá esos recuerdos o la nostalgia de volver a alcanzarlos son los que hoy me mantienen con vida. 
Ya son las doce, otra vez los estruendos, esta vez más fuertes, más constantes. Recuerdo cuando esas explosiones, esos relámpagos, esos ruidos, esas luces, eran un espectáculo digno para salir a ver y escuchar, pero ahora es distinto, distinto porque esos ruidos en una ciudad devastada por la guerra solo significan una cosa, que la guerra no término.
 FIN.
Para reflexionar, las guerras son episodios económicos creados por aquellos países que no dudan en destruir un pueblo para robar sus recursos naturales y reconstruirlo mediante sus empresas y maquinarias.

jueves, 12 de abril de 2012

La mejor opción.

Abrir la ventana me parecía la mejor opción. En la habitación había algo que me agobiaba y no eran muchas las posibilidades que tenia para poder revertir esa situación. Algo me aplastaba el pecho, las manos se me tensaban, algo hacia que me costara respirar. No era calor ni frio, no era parte del clima lo que me hostigaba, pero algo en mi interior decía que abrir la ventana era la mejor opción.
No podría decir cual era la situación afuera, era otoño y el día estuvo hermoso pero se que también en esta época del año es muy común que refresque por la noche. El departamento en el que me encontraba estaba alto, no sabría decir que piso, pero tenia una vista que me permitía  apreciar el resto de las torres que a esta hora de la noche iluminaban la ciudad como estrellas en la noche. Al pensar en acercarme a la ventana sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo, se que todos los tuvimos alguna vez, esa sensación que vaya a saber uno porque circunstancia se da, que nos hace sacudir como se sacude un perro después de bañarlo.
Mi situación no mejoraba, empecé a autoanalizarme y a buscar las distintas opciones que podrían estar generando ese mal estar en mi, no tenia muchas opciones y al ser algo tan nuevo para mi no se me ocurrían demasiadas cosas, quizá un ataque de pánico será?
Por fin me decidí, abrir la ventana era la mejor opción, la brisa a esas alturas sea cálida o fría iba a distenderme, el aire fresco en los pulmones iba a relajar mi cuerpo, por ende me pare, fui caminando lentamente hacia la ventana, tome coraje, abrí la ventana y salte.